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Conductas obsesivas de la sociedad

La comida es una forma autorizada y legal de gratificación oral, aparentemente más segura que el alcohol, y sin duda más aceptable que las drogas. En cualquier caso, la difundida prevalencia del atracón de comida en Estados Unidos, de forma particular entre los estudiantes universitarios, es el síntoma de una sociedad en el que el problema no es la inanición, sino más bien el exceso.

No es extraño ni sorprende ver como el libro llamado: “The Joy of Pigging Out” (El deleite de comer como un cerdo) se encuentre expuesto en las estanterías de muchas librerías y entre los más vendidos.

El exceso de consumo parece alentado por una economía cuyo deseo de beneficios parece siempre ilimitado, pero la contradicción definitiva que nos conduce de nuevo a los trastornos de la conducta alimentaria es la simultánea exigencia, también económicamente promovida (pero por una industria diferente), de estar delgado, un requisito que ya se sabe que está críticamente implicado en la proliferación de la anorexia y la bulimia.

El problema de la obesidad, pero también el de la anorexia y la bulimia, debe ser rastreado hasta el problema de la regulación en sociedades en las que la producción y el consumo conjugados se han extendido por todas partes.

La fantasía de quién se encuentra a dieta hoy en día es experimentar los placeres de la abundancia sin comer, pero para la persona obesa, bulímica o anoréxica alcanza proporciones obsesivas.

Por lo tanto si se quiere entender los trastornos alimentarios desde un punto de vista lógico, primero se ha de entender la contradicción de esta sociedad avanzada que incita al consumo, pero por otro lado, incita a estar delgado, porque parece ser lo bello.


Álvaro Rojo
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